sábado, 9 de agosto de 2014

PAÍS VASCO. Los judíos en el País Vasco durante la Edad Media (III)



Andrés Bernáldez
“…En el tiempo del edicto…, vendieron e malbarataron sus haciendas…y no hallaban quien se las comprara é daban una casa por un asno y una viña por un poco de paño o lienzo, porque no podían sacar oro ni plata. Ovo christianos que se hicieron con muy muchas faciendas, é muy ricas casas y heredamientos por pocos dineros”. Con estas lúgubres palabras describe el cronista Andrés Bernáldez (1450-1513) la expulsión del pueblo judío de los territorios de los Reyes Católicos. Dicha salida provocó gravosas consecuencias tanto económicas como sociales dentro del reino español pero favoreció el tránsito hacia la anhelada integridad en la fe cristiana de los súbditos de la Corona. Suponen además un reflejo fidedigno de la luctuosa realidad a la que se enfrentaban los judíos del País Vasco ante los designios reales. La venta de sus bienes no podía conseguirse en condiciones mínimamente normales y paralelamente el pago de las deudas contraídas ante los prestamistas semitas quedaba en clara incertidumbre. Aquellos que no obedeciesen el dictamen de extrañamiento serían sancionados severamente,  la confiscación de sus bienes e incluso la pena de muerte era el castigo que aguardaría a los infractores. Asimismo, ninguna persona quedaba con capacidad de ampararles o custodiarles bajo la amenaza de embargos económicos y posible pérdida de las mercedes regias. La documentación vasca ofrece escasa información sobre el éxodo de estas gentes o su mismo número, aunque se cree que la mayoría tras atravesar el Reino de Navarra se recolocan fundamentalmente en Bayona. Hemos de advertir que la población hebrea originaria de Valmaseda ya había sido desalojada por los propios vecinos unos años antes de este famoso decreto y nos ocuparemos sobre todo del caso vitoriano.

Lienzo de Joaquín Turina (1847-1903) sobre la expulsión hebrea de Sevilla.



En cuanto a la ciudad alavesa, numerosos fueron también los que permanecieron en el villazgo previamente subsumidos al cristianismo. Un detalle que deducimos gracias a una ordenanza concerniente a la antigua calle residencia de los hebreos, bautizada ahora bajo un nuevo nombre.


Los del ayuntamiento “acordaron e mandaron que la calle de la juderia de oi en adelante non la ayan de llamar salvo la calle de la puente del Rei e se pregone asi publicamente por que ninguno non sea osado de la nonbrar nin llamar el dicho nombre que tenia de la juderia”. Además se prohibía la vuelta de los antiguos moradores incluso tras su conversión ya“que por quanto algunos de los cristianos nuebos que otro tienpo heran judios vivientes en esta çibdad, vienen a bibir muchos dellos a la calle nueva que otro tienpo desian la juderia, e dello redunda deserviçio de Dios e grand inconbeniente e aun dello se han quexado algunos vesinos, que ninguno dellos non ayan de bibyr en la dicha calle, mas antes los que en ella biben, los tales busquen otras casas”.


SEFARAD

Aunque directamente favorecidos por los bienes adquiridos, los empréstitos saldados e incluso la eliminación de una recia competencia artesanal en algunos sectores, no obstante, no todo iban a ser alegrías para los cristianos: los afamados profesionales de la medicina judíos firmes en sus convicciones religiosas se exiliaron con el resto de la grey judaica, vulnerando con fuerza la potente demanda de sus servicios sanitarios. De ahí el episodio de Antonio de Tornay, personaje de discutida identidad- probablemente converso- y físico briosamente buscado para satisfacer las necesidades asistenciales del burgo.


“Este dicho dia, en el dicho ayuntamiento, los dicho sennores, allcades, rregidores e procuradores e diputados, conosçiendo la nesçesidad en que la çibdad e su tierra e comarcas estava de fisicos por la yda e absençia de judios e fisicos de la dicha çibdad, acordaron de rrogar e rrogaron al liçençiado maestre Antonio de Tornay, físico para que se quedase e rresidiese en esta çibdad(...) pagarian en nombre de la dicha çibdad por su trabajo por el dicho anno dies mill maravedies”.


Estatua de Ken Follet en Vitoria.

Quizá el escritor trabaje en una próxima novela sobre la controvertida conveniencia que supone la expulsión de los médicos vitorianos en el otoño de la Edad Media alavesa. Parece meditativo en el monumento.







Un único consuelo alivió el ánimo de los desterrados y es que al menos el cementerio judío-Judizmendi- en donde descansaban sus antepasados será fielmente respetado, dedicándose por convenio como terreno de pasto para las bestias:



“(...) e luego los dichos judios por sy e en nonbre de los otros judios de la aljama de la juderia de la dicha çibdad, dixieron que por quanto segund hera notorio los judios abran de salir para sienpre de todos estos rreinos (...) e considerando las buenas obras y la becindad que desta çibdad habian rrecibido, ellos por si e en nonbre de toda la aljama de la dicha çibdad fasian graçia e donaçion pura e non rrebocable entre bibos del campo e enterrerio de la dicha juderia que disen judemendi...e quedase para pasto e   desa comun del canpo mismo de la dicha çibdad”.

   

Estela que explica el mantenimiento del acuerdo durante 460 años

Tras la solución final ejecutada por Isabel y Fernando el problema judío había mutado, convirtiéndose en el problema converso. Aquellos que abrazaron la nueva religión fueron celosamente vigilados con ánimo de que no tornasen de manera furtiva a su antiguo credo. Poseeemos testimonios documentales -en los que no entraremos- que prueban el mantenimiento de esa atmósfera opresiva que se cernía de forma perenne sobre esta comunidad.

Hoy terminamos con las entradas concernientes a las vicisitudes del colectivo mosaico en el País Vasco. Muchas gracias por vuestro interés.

Hasta la próxima entrega de Las huellas perdidas de Odiseo, un abrazo.

Sergio D.S.

2 comentarios:

  1. Completada la tercera entrega; tan válida como todo lo anterior. Esperemos la siguiente ruta histórica.
    Hasta siempre,
    Ignacio Gastañaga

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